Historia

Aquel 2 de mayo de 1976, el rematador Edgardo Irigaray cambió para siempre el destino del joven floridense Walter Hugo Abelenda que había llegado dos días antes de Buenos Aires para colaborar con el martillero. Ese 2 de mayo de 1976 era la liquidación total del establecimiento “Suc. de Gascue” en la Asociación Rural de Florida, y dada la magnitud del remate, Irigaray le propone al joven floridense un desafío que lo toma completamente por sorpresa.

Walter Hugo Abelenda nunca imaginó que ese remate le llevaría a ocupar el estrado, pero así fue. De pie ante los productores, Abelenda demostró que tanto podía prescindir de la balanza y pesar los animales a ojo, como utilizar su voz y su entusiasmo para convencer a los productores.

Bajo el respaldo de la firma de Edgardo Irigaray, el nuevo rematador dejó atrás los conocimientos de mecánica que tres años antes le habían servido para sobrevivir en Buenos Aires y rescató, en cambio, la experiencia adquirida en la capital Argentina cuando trabajó con público en el rubro comercial… y le agregó su bien más preciado: la herencia de su padre Don Marcelino Abelenda, aquel productor rural que le enseñó el valor de la palabra, del honor y la confianza entre los hombres de campo.

Durante cuatro años Walter Hugo Abelenda fue el “primer martillo” en el Escritorio Edgardo Irigaray, orgulloso de haber sabido conjugar los conocimientos transmitidos por el avezado rematador y las enseñanzas aprendidas de su padre. En 1980 pasó a desempeñarse en el Escritorio Romualdo Rodríguez y allí se mantuvo durante nueve años, hasta que resolvió independizarse y montar junto a Gustavo Basso la firma Abelenda y Basso Negocios Rurales .

Nada mal para un hombre educado en una escuela rural, pero el destino le deparaba mucho más a este martillero, en un rubro que a primera vista parecía reservado para un puñado muy reducido de gente.

Cuando en 1996 disuelve la sociedad con el Sr. Gustavo Basso para crear su propia firma, Abelenda creyó que había cubierto lo más empinado del camino, pero la fiebre aftosa que abatió al país en 2001 y la crisis financiera del 2002, cayó como un marronazo para su emprendimiento.

Curtido por las adversidades, Abelenda no se dejó paralizar y ese mismo año se unió a otras 14 firmas para formar Plazarural, un emprendimiento colectivo que llevó los remates por pantalla a un campo diferente.

Al volver la vista atrás Walter Hugo Abelenda se emociona y enorgullece por el largo trecho recorrido de manera intachable, según le reconocen clientes y colegas. Es el orgullo de saber que en su vida fue posible alcanzar sus objetivos a pesar de las adversidades.

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